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El gobierno cubano dio nueva vida a las películas de Hollywood con estos vívidos carteles

Después de la revolución de 1959, muchas comunidades cubanas quedaron separadas unas de otras, sin radio, televisión ni electricidad. Pero si había algo que podía unir a la nación isleña, eran las películas de Hollywood.

"Los cubanos tienen una verdadera historia de amor con el cine estadounidense", dice Carol Wells, fundadora y directora ejecutiva del Centro para el Estudio de Gráficos Políticos, en Culver City, California.

Es un amor que es evidente en una nueva exposición de carteles cubanos para películas estadounidenses, que se inaugurará el 20 de agosto en el Museo de Arte de California de Pasadena y se extenderá hasta el 7 de enero. Curada por Wells y dibujada de la colección del centro, la muestra destaca 50 años de serigrafías exuberantes, creadas por los mejores diseñadores gráficos de la nación isleña como parte de un programa patrocinado por el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, comúnmente conocido como ICAIC).

El gobierno revolucionario creó el ICAIC en marzo de 1959, menos de tres meses después de salir victorioso de una guerra de guerrillas muy reñida. Las películas de Hollywood habían sido populares durante mucho tiempo en La Habana, pero la nueva agencia se encargó de llevar el cine a la gente, muchos de los cuales vivían en comunidades remotas e históricamente privadas de sus derechos, donde las noticias de la revolución aún no habían llegado. La misión requeriría algo de creatividad.

"Tomaron películas en camión, en burro, llevando proyectores en sus laderas hacia las laderas", dice Wells. Utilizando generadores portátiles de energía, proyectaron los clásicos de Charlie Chaplin en una sábana en la plaza de un pueblo, o convirtieron los botes en teatros flotantes para llevar las películas a las comunidades de pesca en alta mar. El esfuerzo se hizo conocido como "cines móviles" o cines móviles.

"Estás hablando de personas que nunca vieron una televisión, nunca vieron una película, ni imágenes en movimiento", dice Wells.

Las películas mostradas a menudo eran propaganda, según la beca de Tamara L. Falicov, profesora de estudios cinematográficos de la Universidad de Kansas, el ICAIC “espera [d] que las áreas rurales puedan integrarse en el proyecto de construcción nacional liderado por el gobierno socialista de Castro. . ”Aún así, el entretenimiento era tanto una motivación como la política: las películas de Hollywood eran un símbolo de modernidad y progreso, expresadas en un lenguaje visual universal.

Pero aunque a los cubanos les encantaban las películas estadounidenses, tenían algunos problemas con los carteles de películas estadounidenses. Entonces, cuando llegó una nueva imagen de Hollywood, ICAIC hizo que sus propios diseñadores crearan el material promocional.

"Pensaban que los carteles de cine de Estados Unidos eran aburridos", dice Wells. “Tienen el actor principal y eso es todo. Los carteles cubanos se centran en un tema ... y hay una increíble cantidad de variedad estilística ".

Uno de los diseñadores más prolíficos del ICAIC, Antonio Reboiro (nacido en 1935), creó un anuncio psicodélico para la película de aventuras de John Huston de 1956, Moby Dick, que se mostró en Cuba 12 años después. Contrasta con la interpretación amenazadora y memorable de la diseñadora Giselle Monzón de 2009 del thriller psicológico de 1948 de Alfred Hitchcock Rope . Mientras tanto, el discreto póster de 1976 de René Azcuy presta una seriedad quizás indebida al clásico del campamento de 1962 ¿ Qué pasó con la bebé Jane?

"A veces las películas ni siquiera son muy buenas, pero se les ocurrió un gran póster", dice Wells entre risas.

La exposición ilumina la conversación en curso entre La Habana y Hollywood, pero también plantea una pregunta tentadora: ¿cómo eludieron los cubanos el embargo de los Estados Unidos para obtener estas películas en primer lugar?

Los contrabandistas y los entusiastas de la industria, Wells dice misteriosamente. "Todo lo que sé es que cuando le pregunto a la gente, guiñan un ojo y dicen: 'Todo es posible en la revolución'".

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Este artículo es una selección de la edición de julio / agosto de la revista Smithsonian

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