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Los niños confían en las palabras escritas más que en palabras

Aunque está claro que no debemos creer todo lo que está escrito en Internet, las personas tienden a confiar más en las palabras escritas que en las habladas, incluso si la fuente de un escrito es dudosa. Según una nueva investigación, esta confianza en la palabra impresa parece originarse muy temprano en la vida, probablemente tan pronto como se nos enseña a leer. Tan pronto como los niños adquieren una comprensión básica de las letras y la lectura, el equipo de investigación descubrió que exhiben una mayor confianza en la información textual impresa que en la información oral o visual.

Para llegar a estos hallazgos, los investigadores reclutaron niños que acababan de aprender a leer o que aún no habían comenzado. Les presentaron a los niños un juego de azar: dos tubos conectados en un solo embudo, pero solo uno de esos tubos estaba abierto. A los niños se les dieron canicas, y si adivinaron correctamente qué tubo se abrió y rodaron una canica por ese, recibirían una pegatina.

Para mezclar las cosas, dos títeres estuvieron presentes en la escena del juego. Una marioneta les dijo a los niños que escogieran el tubo azul. El otro títere abrió un sobre con instrucciones impresas adentro y les dijo a los niños que las instrucciones decían que eligieran el tubo rojo. Los investigadores encontraron que los niños que aún no habían aprendido a leer tenían la misma probabilidad de elegir el tubo azul sobre el tubo rojo, pero que el 75 por ciento de los niños que tenían algún entrenamiento en lectura eligieron el tubo rojo.

En otras pruebas, los niños que sabían leer todavía escogían palabras escritas sobre formas impresas, mostrando una preferencia por las palabras impresas en lugar de solo material impreso. El equipo concluye que algo sobre el acto de aprender a leer hace que los niños "consideren rápidamente la palabra escrita como una fuente de información particularmente autorizada sobre cómo actuar en el mundo", aunque todavía se desconoce por qué es así.

Los niños confían en las palabras escritas más que en palabras