Casi no hay nada en la Tierra que haya escapado a la influencia humana, desde los océanos hasta la atmósfera. Pero un nuevo estudio sugiere que la actividad humana también está influyendo en el espacio alrededor de nuestro planeta; esto está encima de la basura espacial que ya gira alrededor. Las transmisiones de muy baja frecuencia (VLF) han creado un capullo planetario, protegiendo al planeta de la radiación de partículas de alta energía, según un comunicado de prensa de la NASA.
Como informa David Grossman en Popular Mechanics, la radio VLF requiere una antena masiva para la detección, por lo que solo se utilizan para fines especiales. Un uso común es para la comunicación submarina, que funciona debido a la capacidad de penetración de las largas ondas VLF. Pero también pueden viajar al espacio. Allí, las señales interactúan con partículas cargadas, cambiando su movimiento.
Pero los cambios podrían no ser malos. Como escribe Marina Koren para The Atlantic, "La burbuja forma una barrera protectora alrededor de la Tierra, protegiendo al planeta del clima espacial potencialmente peligroso, como las erupciones solares y otras eyecciones del sol". Esta burbuja efímera se suma a la magnetosfera ya protectora, que abarca nuestro planeta. Los investigadores informan el hallazgo esta semana en la revista Space Science Review.
El descubrimiento se realizó utilizando las sondas Van Allen, una nave espacial lanzada en 2012 para monitorear las bandas de partículas cargadas que rodean la Tierra. Los datos de estas sondas sugieren que el borde externo de la transmisión VLF corresponde con una capa de partículas cargadas en el borde interno de los cinturones de Van Allen. Pero según los datos satelitales, antes de que las señales VLF se usaran más en la década de 1960, los cinturones de Van Allen se extendían más cerca de la Tierra. Los investigadores creen que las señales de VLF pueden estar evitando que los cinturones se acerquen más.
Pero la señal VLF no es la única actividad humana que afecta el espacio. El estudio también examina otros impactos antropogénicos en el clima espacial. Según un comunicado de prensa, entre 1958 y 1962, Estados Unidos y la URSS realizaron detonaciones nucleares a gran altitud. Esas explosiones, que se encontraban entre 16 y 250 millas sobre la superficie de la tierra, imitaban algunos de los efectos causados por el viento solar, incluido el bombardeo de la tierra con partículas de alta energía, distorsionando el campo magnético de la tierra y creando cinturones de radiación temporales. Una prueba incluso creó una aurora artificial. Los investigadores esperan descubrir cómo estas explosiones crearon o interrumpieron el clima espacial.
"Las pruebas fueron un ejemplo extremo y humano de algunos de los efectos del clima espacial frecuentemente causados por el sol", dice Phil Erickson, director asistente del Observatorio Haystack del MIT y autor del estudio, en el comunicado de prensa. "Si comprendemos lo que sucedió en el evento algo controlado y extremo que fue causado por uno de estos eventos provocados por el hombre, podremos comprender más fácilmente la variación natural en el entorno del espacio cercano".
Pero no todo son malas noticias. Los investigadores finalmente esperan investigar nuevas formas de usar las señales VLF para influir en el clima espacial para proteger aún más la Tierra del bombardeo con partículas cargadas durante las tormentas solares.