Durante más de una década, mis colegas y yo hemos estado estudiando una forma de invisibilidad conocida como ceguera desatendida. En nuestra demostración más conocida, mostramos a la gente un video y les pedimos que contaran cuántas veces pasaron una pelota tres jugadores de baloncesto con camisas blancas. Después de unos 30 segundos, una mujer con un traje de gorila entró a la escena, miró a la cámara, golpeó su pecho y se alejó. La mitad de los espectadores la echaban de menos. De hecho, algunas personas miraron directamente al gorila y no lo vieron.
De esta historia
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VIDEO: The Monkey Business Illusion
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Se les pidió a los espectadores de este video que contaran cuántas veces los jugadores de camisa blanca pasaron la pelota. El cincuenta por ciento de ellos no vio a la mujer con el traje de gorila. (Daniel Simons)Galería de fotos
Ese video fue una sensación en Internet. Entonces, en 2010, decidí hacer una secuela. Esta vez los espectadores esperaban que el gorila apareciera. Y lo hizo. Pero los espectadores estaban tan concentrados en mirar al gorila que pasaron por alto otros eventos inesperados, como la cortina del fondo que cambia de color.
¿Cómo podrían perder algo justo delante de sus ojos? Esta forma de invisibilidad no depende de los límites del ojo, sino de los límites de la mente. Conscientemente vemos solo un pequeño subconjunto de nuestro mundo visual, y cuando nuestra atención se enfoca en una cosa, no nos damos cuenta de otras cosas inesperadas a nuestro alrededor, incluidas aquellas que podríamos querer ver.
Considere, por ejemplo, un famoso incidente de 1995 en el que la policía estaba persiguiendo a cuatro sospechosos que se alejaban de la escena de un tiroteo. Después de arrinconar a los sospechosos, el primer oficial de policía en la escena, Michael Cox, persiguió a uno de ellos a pie. Otros oficiales que llegaron a la escena pensaron erróneamente que Cox era sospechoso y lo golpearon. Mientras tanto, otro oficial, Kenny Conley, había comenzado a perseguir al mismo sospechoso y había pasado el altercado. Conley afirmó no haber visto a Cox ni a sus agresores, y fue declarado culpable de perjurio y obstrucción de la justicia.
La condena de Conley planteó una cuestión legal intrigante: ¿podría un testigo presencial dejar de notar un asalto como ese? El año pasado, el profesor de psicología Christopher Chabris y yo decidimos poner a prueba la coartada de Conley. Aunque no pudimos simular una persecución policial de alta velocidad, pudimos extraer el elemento más crítico: el enfoque de Conley en perseguir a un sospechoso. En nuestro experimento, les pedimos a los participantes que trotaran detrás de un asistente y contaran la cantidad de veces que tocó su sombrero. Mientras trotaban, pasaron corriendo una pelea en la que dos hombres parecían estar golpeando a un tercero. Incluso a plena luz del día, más del 40 por ciento se perdió la pelea. Por la noche, el 65 por ciento se lo perdió. A la luz de tales datos, la declaración de Conley de que ni siquiera vio a Cox o sus asaltantes era plausible.
De hecho, la mayoría de nosotros desconocemos los límites de nuestra atención, y ahí radica el peligro real. Por ejemplo, podemos hablar por teléfono y conducir porque estamos equivocadamente convencidos de que notaríamos un evento repentino, como un automóvil que se detiene en frente de nosotros.
La ceguera desatendida tiene una ventaja. Nuestra capacidad de ignorar las distracciones que nos rodean nos permite mantener nuestro enfoque. Simplemente, no espere que su pareja esté dispuesta caritativamente cuando su enfoque en la televisión lo haga invisible.