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Llamadas cercanas en arte y vida

No debería sorprender que cuando era niño, el retratista Chuck Close estudió las portadas ilustradas de revistas con una lupa. Él dice que solo quería ver cómo se hicieron las pinturas, pero la propensión a ampliar las imágenes aparentemente nunca lo abandonó.

Close ha pasado una carrera de 30 años retratando el rostro humano en una escala masiva, como el retrato de 1992 de 7 por 8 pies John, que se muestra arriba, una de las 80 obras en una gran retrospectiva del Museo de Arte Moderno de Nueva York, en exhibición en el Hirshhorn Museum & Sculpture Garden hasta el 10 de enero.

El enfoque de Close no ha variado mucho durante su carrera: comenzando con una foto de Polaroid, impone una cuadrícula y luego recrea la cara cuadro por cuadro. Pero su estilo ha cambiado drásticamente, desde un fotorrealismo preciso hasta la alegría surrealista de sus lienzos de hoy.

Su trabajo acababa de comenzar a adquirir esa cualidad caprichosa cuando, en 1988, un vaso sanguíneo se rompió en su médula espinal, dejándolo casi paralizado. Durante meses no estuvo claro si volvería a pintar. Pero pronto se colocó pinceles en las muñecas y usó un caballete motorizado para levantar y girar sus lienzos. El arte que surgió es, tal vez, el Close más alegre que jamás haya creado, con cada mosaico dentro de sus retratos que contiene un mundo delicioso de color y expresión propio.

Por Minna Morse

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