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¿Son los científicos sexistas? Nuevo estudio identifica un sesgo de género

A pesar de los avances significativos en los últimos años, las mujeres todavía están subrepresentadas en muchas áreas de la ciencia. En campos como la física, la ingeniería y la informática, solo el 20 por ciento de los estudiantes que obtienen títulos de licenciatura son mujeres. El programa Mujeres en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) de la Casa Blanca, entre otros, busca abordar este problema en parte alentando a las alumnas a participar en la ciencia desde una edad temprana y estableciendo programas de tutoría entre profesionales de ciencias femeninas para proporcionar apoyo.

Pero, ¿qué pasa si la representación insuficiente de las mujeres en la ciencia no tiene nada que ver con el interés o el apoyo profesional? ¿Qué pasa si las mujeres tienen más dificultades para avanzar en carreras científicas simplemente por su género? Un nuevo estudio realizado por Corinne Moss-Racusin y otros investigadores de Yale, publicado la semana pasada en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, indica que, al menos entre una muestra de 127 profesores de biología, química y física, un sesgo de género inconsciente impregna las prácticas de contratación e impacta significativamente las perspectivas de avance profesional para las mujeres.

"Nuestros resultados plantean la posibilidad de que tales mujeres no solo encuentren juicios sesgados de su competencia y capacidad de contratación, sino que también reciban menos estímulo de la facultad y recompensas financieras que sus homólogos masculinos idénticos", señalan los investigadores en el documento.

El experimento fue sencillo. Los investigadores enviaron a 127 profesores de ciencias de todo el país, tanto hombres como mujeres, exactamente los mismos materiales de solicitud de un estudiante universitario inventado que solicitaba un puesto de gerente de laboratorio. Sin embargo, en 63 de las solicitudes, escribieron que el estudiante era hombre, llamado John; para los otros 64, escribieron que la estudiante era mujer, llamada Jennifer. Todos los demás elementos de la aplicación (el currículum, el GPA, las referencias y otros materiales) eran idénticos. Para garantizar que los resultados de los dos grupos de aplicaciones fueran comparables, los investigadores combinaron los dos grupos de profesores en términos de distribución por edad, campos científicos, proporción de cada sexo y estado de tenencia.

Se pidió a los 127 profesores que evaluaran al solicitante teórico de varias maneras: su competencia general y capacidad de contratación, el salario que ofrecerían al estudiante y el grado de tutoría que sentían que el estudiante merecía. A los profesores no se les dijo el propósito del experimento, solo que sus comentarios serían compartidos con el estudiante.

Los resultados son sorprendentes: los profesores, tanto hombres como mujeres, consideraban constantemente que la estudiante solicitante era menos competente y menos contratable que el estudiante masculino, que por lo demás era idéntico. En una escala de 1 a 5, la calificación promedio de competencia para el solicitante masculino fue de 4.05, en comparación con 3.33 para la solicitante femenina. El salario promedio ofrecido a la mujer fue de $ 26, 507.94, mientras que al hombre se le ofreció $ 30, 238.10. La edad y el sexo del profesor tuvieron efectos insignificantes en esta disparidad: viejos y jóvenes, tanto hombres como mujeres tendían a ver a las postulantes de manera más negativa.

Solicitantes de empleo femeninos Las mujeres solicitantes de empleo obtuvieron calificaciones consistentemente más bajas en todas las categorías y se les ofrecieron salarios iniciales más bajos. (Imagen a través de las Actas de la Academia Nacional de Ciencias)

El análisis de los investigadores reveló que las disparidades en la empleabilidad y el salario ofrecido se debieron principalmente a las diferencias en la competencia percibida por la solicitante femenina. Es decir, cuando los investigadores controlaron la competencia, al comparar solo las evaluaciones de los profesores que habían proporcionado calificaciones similares de competencia para ambos solicitantes, la brecha de contratación desapareció. Una razón fundamental por la cual las mujeres están subrepresentadas en la ciencia, entonces, podría ser este sesgo para verlas inexplicablemente como menos competentes, lo que hace que sea más difícil para ellas conseguir trabajo.

Muchos encontrarán estos resultados especialmente decepcionantes porque uno podría esperar que los participantes en el experimento, los 127 profesores de ciencias, se encuentren entre las personas más iluminadas de nuestra sociedad. Han trabajado con mujeres científicas (muchas son, de hecho, mujeres científicas), por lo que es extraño pensar que las verían deliberadamente como menos competentes.

Pero los investigadores no sienten que este sesgo sea necesariamente consciente o que impregne todo el campo de los profesores de ciencias. Además de hacer que los profesores califiquen al estudiante imaginado, también les pidieron que completaran la Escala de sexismo moderno, una prueba bien establecida que puede revelar una negatividad no intencional o sutil hacia las mujeres (en lugar de una hostilidad explícita). Los que participaron en el experimento con un prejuicio preexistente e inconsciente contra las mujeres tenían muchas más probabilidades de juzgar a las postulantes como menos competentes.

Qué significa todo esto? Los investigadores dicen que abordar el problema en cuestión —el hecho de que algunos de los guardianes de la ciencia, hombres y mujeres, tienen un sesgo constante contra las mujeres— es un comienzo. Para hacerlo, sugieren implementar prácticas transparentes, objetivamente justas de contratación y evaluación en el mundo académico. Simplemente tratar de atraer a estudiantes más jóvenes a la ciencia no es algo malo, pero si no buscamos que las prácticas de contratación sean justas, solo se trata de prepararlas para que las excluyan más tarde.

¿Son los científicos sexistas? Nuevo estudio identifica un sesgo de género