La próxima vez que te encuentres perdido en tus pensamientos mientras miras una chimenea encendida o incluso una llama de vela solitaria, considera esto: estar hipnotizado por el fuego podría haber provocado la evolución de la mente humana.
Es bien sabido que el fuego permitió la supervivencia de los primeros humanos al proporcionar calor y un medio para cocinar y forjar mejores armas. Sin embargo, la investigación sobre la evolución cognitiva, un campo de estudio que reúne psicología, antropología, neurociencia y genética, sugiere que el impacto más duradero del fuego fue cómo nuestras respuestas al mismo alteraron nuestros cerebros, ayudando a dotarnos de capacidades tales como la memoria a largo plazo y los problemas. -resolución
La evidencia arqueológica sugiere que el uso controlado del fuego comenzó con el Homo erectus, que surgió hace casi dos millones de años. Para aquellos primeros homínidos, un fuego nocturno servía como fuente de luz y una forma de disuadir a los depredadores. John Gowlett, un arqueólogo de la Universidad de Liverpool, argumenta que esta innovación condujo a un cambio profundo en cómo nuestros cerebros regulan el tiempo. Después de que se pone el sol, nuestros primos simios pasan toda la noche dormidos o inactivos en nidos. Pero la creación de la luz artificial del día permitió que el cerebro homínido se adaptara y evolucionara hasta el punto en que los humanos ahora permanecen alertas y activos durante más de 16 horas al día.
El psicólogo Frederick L. Coolidge, de la Universidad de Colorado, argumenta que el fuego alteró la calidad del sueño. Durante el sueño de movimiento ocular rápido (REM), se produce el sueño más vívido y el cerebro consolida a largo plazo "memorias de procedimiento", que nos permiten retener habilidades y repetir tareas aprendidas previamente. La desventaja es que el sueño REM se acompaña de una forma de parálisis cercana conocida como atonia muscular, no el estado en el que quieres estar si estás rodeado de animales que quieren comerte. El uso del fuego para mantener alejados a los depredadores habría hecho seguro que los primeros homínidos se permitieran más REM (los humanos modernos pasan el 25 por ciento del sueño en REM, en comparación con hasta el 15 por ciento de los simios y los monos), mejorando su capacidad de aprender tareas de varios pasos como como herramienta de fabricación.
El fuego también podría haber mejorado nuestra capacidad de pensar en muchas cosas a la vez y relacionarlas entre sí. Esta "memoria de trabajo" es un rasgo esencial para imaginar y ejecutar planes complicados. El psicólogo Matt Rossano, de la Universidad del Sureste de Louisiana, especula que los pequeños grupos sociales lograron por primera vez este estado mental alterado hace unos 100.000 años alrededor de la fogata.
Centrarse en un objeto específico, en este caso, el fuego, es una forma de alcanzar un estado meditativo. Las regiones del cerebro que se activan para desencadenar la meditación se superponen ampliamente con las regiones que gobiernan la memoria de trabajo. Y, dado que la meditación también tiene beneficios para la salud, Rossano propone que la evolución hubiera favorecido a aquellos que eran buenos meditadores, permitiéndoles transmitir su habilidad a su progenie.
Al regular la atención, nuestros antepasados pudieron hacer planes de contingencia, en los que las respuestas alternativas a los problemas se planificaron por adelantado. Estos atributos nos dieron una marcada ventaja frente a la competencia de humanos arcaicos como los neandertales; También apuntalan nuestra capacidad para hacer frente a la gran variedad de tareas que requiere la vida moderna. La herramienta más duradera que jamás haya hecho el fuego podría ser la mente humana.