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Chipre vive en el amor y la lucha

La isla de Chipre, escondida en un rincón del mar Mediterráneo, es uno de esos puntos de conflicto étnico que periódicamente amenazan la paz del mundo. Casi a diario, griegos y turcos se lanzan insultos entre sí a través de una larga y delgada línea patrullada por un puñado de tropas de las Naciones Unidas. Pero para los millones de turistas que acuden a sus hermosas playas a la sombra de pintorescas fortificaciones, Chipre sigue siendo una isla despreocupada de amor y belleza.

En la antigüedad, el santuario de Afrodita "nacida de la espuma", adorada como la diosa del amor, atraía a los peregrinos a Chipre de todo el mundo civilizado. Pero cretenses y asirios, fenicios y egipcios, persas, griegos, romanos y bizantinos, árabes y cruzados, genoveses y venecianos, turcos y británicos, todos explotaron la isla. Los griegos llegaron por primera vez alrededor del siglo XII aC, y gradualmente impusieron su idioma y cultura.

En 1571 dC los turcos otomanos tomaron Chipre de los venecianos. Luego, a mediados del siglo XX, los grecochipriotas, liderados por el arzobispo ortodoxo griego Makarios, pidieron la unión con Grecia. Los turcos en Chipre y en Turquía se opusieron rotundamente.

Finalmente, en 1960, griegos y turcos aceptaron un compromiso doloroso. Chipre se convirtió en una república independiente, con el arzobispo Makarios como su primer presidente, pero con protecciones para los derechos de la minoría turca. En 1974 fracasó un complot de oficiales militares griegos para asesinar a Makarios, pero no antes de que el gobierno turco aprovechara la oportunidad de ocupar un tercio de la isla, deteniéndose en una línea que hasta el día de hoy divide a Chipre en comunidades griegas y turcas.

Mientras tanto, impulsado por el dinero de los turistas, un auge de la construcción ha estado en progreso en ambos lados de la línea. En apenas una generación, Chipre ha pasado por un proceso que en la mayor parte de Europa occidental llevó 200 años. Seguramente, la amante de la diversión Afrodita estaría encantada de ver a tantos de sus devotos de hoy en día sumergirse en el mismo Mediterráneo que la dio a luz.

Chipre vive en el amor y la lucha