El espacio no está tan vacío como podría pensar. De hecho, además de sus residentes a largo plazo, como los satélites de comunicaciones, el espacio está lleno de basura. Volando basura. La Tierra está rodeada por una capa de tapas de lentes de cámara, propulsores de cohetes gastados, pernos, tuercas, cubos de basura e innumerables manchas de pintura desprendida y partículas de combustible sólido de los propulsores de cohetes. Una mancha de pintura puede no sonar peligrosa, pero como el autor James Chiles descubre, cuando se mueve a 17, 000 millas por hora, es mejor que te salgas del camino.
Aquí es donde entra la red de vigilancia espacial. Chiles nos lleva a un recorrido por la red a través del país, una colaboración entre la NASA y el Departamento de Defensa, que mantiene una vigilancia constante de todo, desde Mir hasta objetos de unos centímetros de diámetro, asegurando la seguridad de nuestros transbordadores y los satélites de todos.
Las naves espaciales del transbordador proporcionan información valiosa al programa de desechos orbitales de la NASA. En una misión en 1995, el transbordador orbitador Columbia recibió un golpe mientras rodeaba la tierra que podría haber terminado la misión si el escuadrón de escombros de la NASA no predijera el peligro de antemano, según un vuelo de transbordador anterior. Sugirieron rotar el orbitador para proteger la bahía de carga útil, que alberga el crucial sistema de enfriamiento de la nave espacial.
Pero hay algunas piezas que incluso los esfuerzos combinados de los militares y la NASA no pueden seguir. Una "bala de plata", como algunos la llaman, es lo suficientemente pequeña como para escapar de la vigilancia del radar, pero lo suficientemente grande como para destruirla.
"Existe la posibilidad de que una de esas balas de plata te golpee en un mal día", dice Justin Kerr de la NASA. "Ese día quieres hacer lo mejor que puedas para proteger el vehículo".