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Los futuristas alguna vez soñaron con helicópteros submarinos y naves espaciales impulsadas por cisnes

En 1683, Francis Godwin imaginó una nave espacial. No era del tipo en el que pensamos hoy: no hay motores de cohetes elegantes, ni cono de nariz suave, ni una designación planetaria lejana. La nave espacial de Godwin, utilizada por el protagonista de su historia, Domingo Gonsales, se dirigía a la luna. Y fue alimentado por cisnes. Trevor Owens, en la Biblioteca del Congreso, explica:

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Al darse cuenta de que estas aves pueden llevar una cantidad extraordinaria de peso, Gonsales crea un sistema de arnés que utiliza para volar alrededor de una isla. Intenta volar de regreso a España, pero las aves siguen volando más y más alto llevándolo hasta la luna. Cuando aterriza, descubre que hay un mundo completamente nuevo allí, al que se refiere como otra Tierra. Es un lugar con plantas, animales y, lo más sorprendente, una civilización utópica de gente alta y cristiana. Desde la luna, Gonsales observa que la Tierra se mueve a través del cielo. Este cambio de perspectiva es útil para pensar en las relaciones entre los cuerpos celestes.

Desde 1683, los soñadores del mundo han creado muchos, muchos más vehículos imaginarios con destino al espacio. Owens recorre solo unos pocos, incluido el elevador espacial de 1853 soñado por el Dr. Andrew Grant, la nave antigravedad de Thomas Edison de 1889 y la nave de helicóptero submarino que surgió de la mente de Marcianus Filomeno Rossi en 1920.

A medida que los viajes espaciales se hicieron más y más realidad, las naves espaciales imaginarias se volvieron más realistas. Los cisnes ya no tienen poder ni siquiera nuestros vuelos falsos a lugares lejanos. Pero los escritores de ciencia ficción de hoy en día presentan sus propias formas remotas de hacer que los barcos sean más rápidos, más fuertes y más sorprendentes, desde distorsiones de deformación hasta flexión del espacio-tiempo. Como señala Owens, estas naves que hemos soñado nos dicen mucho acerca de lo mucho que los humanos han querido viajar más allá de nuestro propio mundo:

Cada una de estas naves espaciales imaginarias tiene una historia intrigante que contar, pero juntas ilustran 300 años de pensar en cómo todo, desde pájaros, fuegos artificiales, electricidad estática y una cadena muy larga, podrían usarse para sacar a la gente de la tierra. a otros mundos.

Pero ahora que podemos, ciertamente no hemos dejado de soñar con formas aún mejores de hacerlo.

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