Existe una idea persistente, que a menudo surge en los debates sobre los servicios sociales, de que un programa de asistencia social demasiado generoso podría hacer la vida tan cómoda que las personas estarían felices de estar desempleadas. (Esto a pesar de los conocidos riesgos psicológicos, de salud y económicos de la falta de empleo o el subempleo, aunque no todos estos problemas se derivan específicamente de déficits financieros). Ahora, un nuevo estudio de Jan Eichhorn tomó esa idea de frente, analizando las tasas de satisfacción con la vida de las personas desempleadas en toda la Unión Europea. Y Eichhorn descubrió que no hay conexión entre lo feliz que es la gente y la calidad de la asistencia por desempleo de su país.
Existe una variación notable, de país a país, en cuanto a cuánto estar desempleado perjudica la satisfacción de la vida de las personas. Y las disparidades económicas a gran escala entre los países —en el PIB o la cantidad de desigualdad de ingresos— marcan la diferencia. Pero un factor que no importó fue la solidez de los programas de asistencia de desempleo.
La fuerza de un programa de desempleo no solo no afecta la felicidad de las personas, sino que no afecta la forma en que las personas buscan nuevos empleos cuando están desempleadas.
Aquí está Eichhorn discutiendo lo que todo esto significa:
Es imperativo comprender que esto no descalifica los pagos del estado de bienestar, ya que hay formas de bienestar que no se capturan de manera integral en las evaluaciones subjetivas (como el bienestar o la salud material), aunque existen conexiones entre los diferentes dominios de bienestar. -siendo. Sin embargo, sí significa que las afirmaciones acerca de los beneficios de desempleo que ayudan a reducir el impacto negativo del desempleo en términos de sentimientos y las evaluaciones subjetivas no podían sostenerse sin crítica. A su vez, esto significa que los reclamos sobre beneficios de desempleo que resultan en desempleados complacientes que eligen la situación y se sentirían satisfechos con ella tampoco pueden ser retenidos sin críticas.
Los argumentos para aumentar o disminuir los beneficios de desempleo, por lo tanto, no deben basarse en discusiones que usen estos reclamos como base, ya que no podrían ser respaldados empíricamente por este estudio. Deben presentarse otras razones para justificar las decisiones con respecto a los niveles de beneficios de desempleo, no argumentos basados en discusiones sobre los efectos sistemáticos sobre la motivación, la satisfacción y la complacencia.
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